en el Pampa de la Paciencia

El desierto de Atacama en Chile, bullente y neurálgico espacio industrial, debido a la minería no metálica, a principios de siglo XIX, despertó el interés económico de varios estados, moviendo a inversionistas, visionarios, migrantes e inmigrantes. Territorio disputado en la Guerra del Pacífico, finalizando ésta con el traspaso de territorios a Chile. En ese contexto, se comienzan a formalizar los “cantones” salitreros, divisiones inherentes a la estructura de explotación del recurso; mina, campamento y puerto. El Cantón El Toco, es el más tardío (González & Artaza, 2013).

Los capitales interesados en el comercio del nitrato fueron de ingleses, alemanes y norteamericanos. Existió una diferenciación técnica, tecnológica y habitacional por parte de los alemanes, quienes contaron con mayor proporción de personas altamente calificadas. Este hecho permitió dar paso a la inserción tecnológica en la zona, una de ellas resolvió la necesidad de prescindir del diesel -importado vía marítima– generando energía eléctrica, aprovechando las características geomorfológicas y el recurso hídrico del lugar (Galaz, Exposición sobre hidroeléctricas alemanas en El Toco, 2019).

El Río Loa, exorreico caudal atraviesa parte del desierto de Atacama.  Esta cuenca hidrográfica  supera los 33.570 km². Nace en  el Volcán Miño, en su  descenso a la costa su geografía configura quebradas y cañones, llegando al oasis de Quillagua, en su tramo final, luego  avanza y desemboca en Caleta Huelén, en el Océano Pacífico (MOP, 2004).  Posee su particular ciclo de crecidas de agua en temporada estival. Conjunto de características que determinó el lugar físico para la construcción del Tranque Santa Fé -en 1898- el cual funcionó con una turbina Francis de 150 revoluciones por minuto y dotó de energía a la salitrera Santa Fé y al ferrocarril eléctrico -de 90 carros-, aumentando la capacidad productiva del mismo recinto, esto, bajo la dirección de empresa Fölsh & Martin (Galaz-Mandakovic, 2019).

Después de trabajar veintidós años para dicha empresa, como gerente de instalaciones industriales, Henry Brarens Sloman se independiza para -aproximadamente- el año 1890, adquirir los derechos de las salitreras del Cantón El Toco. Crea la Compañía Salitrera H.B. Sloman y Cía y obtiene las salitreras Buena Esperanza, Rica Aventura, Prosperidad, Gruta y Empresa, con estas cinco oficinas salitreras hegemonizó la producción del área (González, Lufin, & Galeno, 2019).  Henry Sloman abordó el mismo proyecto de uso de las aguas del cauce profundo del Río Loa para emplearla como fuerza motriz. Levanta solicitud para instalar un tranque a 6 km al norte del Tranque Santa Fé. En 1905 inició la construcción del gran murallón de piedra canteada de 38 metros de altura, con una dotación de doscientos trabajadores, lo que le toma seis años para su puesta en marcha.

El Tranque Sloman fue considerado como una obra grandiosa y trascendente para la vitalidad de Tocopilla. Su capacidad fue aproximadamente de seis millones metros cúbicos. El agua era conducida por un canal de albañilería a tres receptores hidráulicos, cada uno acoplado a un generador eléctrico trifásico, tenía la capacidad de generar 600 caballos de fuerza. Esta energía era destinada para la producción salitrera y los campamentos (Díaz, 2005). La represa generó, además, una laguna artificial en pleno desierto, convirtiéndose en un lugar de recreación para familias acomodadas, reuniéndose a navegar o a practicar pesca deportiva.

En la I Guerra Mundial, la empresa merma su producción, ve limitados sus embarques y el abastecimiento de insumos, debido a la presión del estado inglés a cortar las relaciones comerciales con los alemanes -ingresado a la “Lista negra”-.

El Tranque Sloman hizo cese de sus funciones en 1956, junto con la oficina Prosperidad. La estructura fue destinada a regular la administración del caudal a la comunidad de agricultores y regantes de Quillagua. Fue declarada Monumento Histórico por Decreto Supremo el 15 de enero de 1980 -incluyéndose compuertas, canales, el tubo de alimentación de las turbinas y las zonas de vegetación adyacentes al Tranque- mientras que, en 1991, su zona de protección fue ampliada a la Casa de Máquinas -no contemplada en la declaratoria anterior, en ella se encuentran tres turbinas Voith Heidenheim acopladas a generadores Siemens Schuckert (Díaz, 2005).

La obra ingenieril trascendente para la zona de Tocopilla, hito tecnológico e innovador para la época, rentabilizó la inversión inicial y atiborró de ganancias al empresario (Rebollar, 2009) –botín plasmado en la edificación de Chilehouse en Europa- benefició también, con trabajo y fortuna a varios coterráneos alemanes inmigrantes, hoy son  familias residentes en la región de Antofagasta. Todo fue posible, al brioso trabajo -en la aridez del desierto- de muchos obreros, quienes posibilitaron la logística para hacer efectiva esta colosal construcción y posteriormente el funcionamiento productivo.

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